Cuando tus pasos jóvenes recorran
el mundo al que tus padres te trajeron,
verás en todas partes la belleza
turbia y entreverada con lo feo;
lo dulce con lo amargo, y lo terrible
con lo más atractivo y más risueño.
Y donde los placeres más halaguen
verás aparecer el sufrimiento.
Un cielo azul o gris, y un ancho mar
que te sostiene o te amenaza fiero.
Lindos prados y selvas en la tierra;
ríos caudales, mansos arroyuelos,
y montañas y valles y llanuras;
amplias vías, caminos polvorientos;
pueblos en los que bulle la alegría
y oscuros y sumidos tristes pueblos;
muchas casas de puertas bien cerradas,
muchas plazas que son hogar abierto.
Humanos que laboran, y que oran
en muy diversas lenguas y dialectos;
que copulan y gozan, que maldicen
con gran dolor a veces o con miedo;
que comparten lo suyo o que acaparan
cuanto a su alcance tienen de lo ajeno.
Fascinante y cruel será este mundo
cuando lo mires con tus ojos nuevos.
Busca en él tu lugar, pero no creas
que a tu servicio está; y pon tu esfuerzo
para hacerlo más bello y habitable,
más justo, más alegre, más fraterno.
Piensa en lo que tú puedes aportar,
rodéate de buenos compañeros.
Sé feliz con la dicha de las gentes
y sufre sus miserias en tu pecho.
No renuncies jamás a tu voz propia,
mas oiga a los demás tu oído atento.
Busca la vida plena, que no es
la que anda el más plácido sendero;
es la que hará que con sonrisa plácida
recibas a la muerte el día postrero.
No temas que ese día se apresure
aunque es breve la vida que tenemos:
que la fortuna ayuda a los audaces
y un ánimo encogido ya está muerto.
E incauto no te dejes engañar
por los que sólo son falsos modelos;
no el éxito te atraiga: la excelencia
busca con humildad y con denuedo.
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