Aficionado a la poesía y a los naipes como Góngora, aunque más garitero que poeta a diferencia del Cordobés Divino, una tarde de hastío decidió fabricarse una descuadernada de endecasílabos esticomíticos (ya sabéis: los que imponen a la frase su estructura, como aquel “Yo no nací sino para quereros” del Toledano de Oro) y combinarlos para hacer sonetos y octavas reales en un juego de azar como el rentoy o la brisca. Cuarenta endecasílabos esticomíticos en cuarenta naipes, que tendría que ir combinando hasta formar con ellos ¿cuántos sonetos, cuántas octavas? Se vería. Para empezar se propuso una compartimentación de los cuarenta en cuatro rimas, como los palos de la baraja, cada una de las cuales se compondría de diez versos, o sea, de diez naipes. Prefirió elegir entre las rimas fáciles, pues aún era novato en este juego, y se decidió por los participios: -ADO, -IDO, tan asequibles siempre; y los antiguos participios activos –ANTE, -ENTE. En seguida se dio cuenta de que escribir así cuarenta versos era juego de niños (de niños raritos, por supuesto), pero intentar combinarlos luego formando poemas era tarea descabellada. De modo que, como buen poetahúr, decidió hacerse trampas a sí mismo, y empezó escribiendo un soneto en lugar de versos sueltos. Y le salió como sigue:
ESTICOMITIA
Este naipe es un yermo congelado;
este verso es un campo florecido;
este naipe es el verso que ahora mido;
este verso es un naipe ya jugado.
Cada día es un verso inacabado;
cada noche es un verso en el olvido;
cada ocaso es un vaso ya bebido;
cada alba es un don de oscuro hado.
Un hombre nunca es más que su presente;
la vida no es la vida, es el instante;
quien más cuentos se cuenta más se miente.
No mires hacia atrás ni hacia delante;
tiende la mano al fruto que te tiente;
la que a mano te ame sea tu amante.
El poetahúr pensó que ya tenía catorce cartas para su nueva baraja; y, más aburrido que satisfecho, se largó al casino, donde sin duda encontraría compañeros para jugar una partida con las cartas de siempre.
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Hola, Antonio:
El viernes pasado, estando en clase de informática, edité el código fuente de un archivo «html» para añadir a una tabla, el nombre de un alumno y la dirección de su blog, y otro alumno me preguntó con asombro ¿pero maestro, tu entiendes eso?… el caso es que se agradece leer este blog y comprobar que la feliz combinación de palabras, de frases, de medidas y pausas, transmiten cosas…y dicho esto, vuelvo a sumergir mi cabeza en el código.
Saludos.