- El Cantar de Mio Cid.
- Los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo.
- El Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita.
- El conde Lucanor, del príncipe don Juan Manuel.
- Una Antología de la lírica popular medieval.
- Un Romancero Viejo.
- Una Antología de la lírica culta del siglo XV (con las “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique como poema culminante).
- La Celestina, de Fernando de Rojas.
- La Poesía, de Garcilaso de la Vega.
- El Lazarillo de Tormes.
- Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.
- Una Antología de la lírica del Siglo de Oro (con Lope de Vega, Luis de Góngora y Francisco de Quevedo como poetas principales).
- Un drama del Barroco: El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, por ejemplo.
- Una Antología de la obra ensayística del Padre Feijoo.
- El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín.
- Don Juan Tenorio, de José Zorrilla.
- Las Rimas y Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer.
- En las orillas del Sar, de Rosalía de Castro.
- La Regenta, de Leopoldo Alas, “Clarín”.
- Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós.
He aquí los títulos, por orden cronológico, de veinte obras literarias anteriores al siglo XX. No sólo estas veinte, sino cuarenta obras más, producidas en distintas etapas de la Historia y escritas en diversos idiomas y países; cuarenta obras más, presentadas y explicadas por profesores de diferentes especialidades, tendrían que leer los estudiantes a lo largo de los seis años de la Enseñanza Secundaria. ¿Qué es un disparate, un imposible? Lo es para dos tercios del alumnado; no lo es para el tercio restante, que puede y, por tanto, debe.
Ahora vienen los pedagogos del Régimen diciendo que hay que olvidarse de los clásicos. Pero quienes tan horroroso error proponen no son pedagogos, sino pedabobos, mancebos del poder, idiotizadores a sueldo. ¿En qué se convierte una sociedad sin el referente y la escuela de sus clásicos? ¿Cada generación deberá empezar como recién caída de los árboles? ¿En qué se convertirán los ciudadanos: en una recua, en una masa embobada ante cada nuevo demagogo?
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