No sé si es algo corriente o sólo me pasa a mí: si de madrugada me desvelo y estoy largo rato despierto, dando vueltas en la cama e intentando dormirme otra vez, en caso de que lo consiga, me asaltan siempre los oníricos horrores. Me asaltan incluso antes de sumirme del todo en el sueño, pues percibo que lo que siento y lo que veo y oigo y toco, forma parte del sueño en el que he caído y del que intento salir. Y salgo a veces, abruptamente; a lo que suele seguir que me arroje de la cama antes de que el sueño me atrape de nuevo y vuelva a dejarme caer en ese submundo siniestro.
En la pasada madrugada he vuelto a vivir esta experiencia; y todavía recuerdo unas cuantas imágenes del mundo soñado. No las voy a describir. Sólo quiero decir que las imágenes en sí no eran en absoluto terroríficas, sino más bien insólitas, o sorprendentes, o extrañas. Lo horrible era el sentimiento que provocaban en mí; eso era lo que yo no podía soportar: mi propio sentimiento.
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