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El buitre ebrio

Anteayer, mientras estábamos acabando de almorzar, se presentaron buscando a Hebe, mi hija pequeña, todos los niños que viven en esta calle. Según decían, había un buitre posado en el tejado de una casa vecina. Mi mujer se asomó con Hebe y demás niños a ver si era verdad; y en su curiosidad me arrastraron a mí, que, nada más asomarme a la puerta, lo vi: un montón de plumas pardas del que asomaba la interrogación de su cuello y cabeza desplumados. Lo vi y me volví para la cocina, a dar cuenta de lo que quedaba en mi plato y en mi vaso.

Al poco mi mujer también volvió: a coger su cámara fotográfica para hacer el reportaje del buitre, que, según decía mi cónyuge, se había dejado caer, más que volar, a la acera; y allí se había quedado, quieto y serio, como si estuviera padeciendo un ataque de melancolía.

Lo que sigue me lo contaron esposa e hija ilustrándolo con las fotos… Llegó poco después un coche con una dotación de policías municipales, que aparcaron y se quedaron mirando al buitre, a dos metros de prudente distancia. Luego hicieron algunas llamadas y siguieron por allí, por si el buitre tenía alguna otra reacción suicida, como liarse a cabezazos contra el coche que tenía delante. Pasó un cuarto de hora y se presentó otra dotación: esta vez, de protectores de la naturaleza, con sus uniformes de protectores y todo. Hicieron inspección ocular del animal; luego se acercaron un poco más, le acariciaron las alas y le palparon el buche; e hicieron el diagnóstico de que la criatura estaba ebria a causa de un almuerzo excesivo: como si acabara de salir de una celebración en el Mesón de Sancho. Sacaron del coche una especie de cazamariposas gigantesco y cargaron en él al buitre. Y ahí acabó todo: se lo llevaron a su Centro  de Rehabilitación de Aves Enviciadas en la Glotonería (CRAEG).

Lo que me pregunto ahora, en un rapto de melancolía tal vez similar a la del buitre, es qué habría sucedido en mi calle si quien se hubiera presentado por aquí anteayer, con síntomas de desnorte y de embriaguez, en lugar de un buitre leonado, hubiese sido un vagabundo humano.