A veces, mientras hablo, me parece
una cortina de humo cuanto digo;
tras la cual yo me aparto de ese amigo enemigo
que reclama mi voz y la suya me ofrece.
Una abierta despensa de voces sin sustancia
le regala el oído mientras yo vuelvo adentro,
me encastillo en mi acrópolis, me hago fuerte en mi centro;
y, cual hostia, mi voz le fabrico a distancia.
A veces, mientras hablo, me parece
que cuanto digo es humo de colores,
nube de voces vacuas que se alza y desvanece.
Mientras, vuelvo a mi hondo, y la voz que allí crece,
la voz de lo inefable, la de dioses cantores,
busco, busco por los oscuros corredores.
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