Es lo que más ha bajado en nuestro país desde que comemos tanto. Ha crecido el colesterol, la diabetes, el peso per cápita, la autoestima, la gilipollez, el precio de las legumbres… Pero ha bajado la inteligencia. “Acuit ingenium fames” (el hambre agudiza el ingenio), reza el proverbio latino. No por ello vamos a desear el hambre de pan, de leche o de filetes. Más de medio mundo se muere de hambre; de hambre de alimentos. De modo que, con ese tema, ningún chiste. Pero, ¿cómo en los países en los que la gente come bien no hay más hambre de progreso, de cultura, de fraternidad universal, de perfeccionamiento, de plenitud, de inteligencia?
Todos los días, desde hace meses o años, oigo un puñado de veces en la radio el siguiente eslogan, dentro del correspondiente anuncio de una empresa del Campo de Gibraltar: “Somos los únicos que garantizamos nuestro trabajo”. No me digan que no es un síntoma del descenso general de la inteligencia.
Ahora la Comunidad Autónoma del Gobierno Andaluz ha iniciado una campaña publicitaria que va a subir mucho (o mucho mucho) el nivel de la educación de nuestros hijos: “¡Andalucía a tope!”… Yo les regalaría el siguiente eslogan para su campaña: “Somos los únicos que no garantizamos nuestro fracaso”. Buenas tardes.
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