Cuando yo era muy joven
imaginaba que… a una isla desierta
me llevaría a mis amigos,
me llevaría mi memoria y…
mi biblioteca. Solamente.
Será porque creía
que de la arena de la playa de mi isla
brotarían las novias,
para que yo eligiera cada noche. Cada siesta.
Cuando ya fui mayor me conformaba
con llevar a mi isla
mi selección de libros: mil, doscientos,
cincuenta, veinte, dieciocho, diez.
Ya soy más que mayor; no llevaría libros
(las obras completas de Cervantes como mucho),
sino papel, tinta y pluma para escribirlos yo.
Cuando sea mayor que muy mayor
(si no me muero antes)
querré irme a mi isla solo, sin equipaje;
y convertirme en un saco de mantillo
para sus cocoteros.
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