En estos últimos lustros en los que, según fuentes sobradamente informadas, España ha dejado de existir, se han publicado preciosas historias de la presunta difunta; escritas por historiadores recalcitrantes, que se niegan a conceder a sus libros el estatuto de obituarios.
Sólo voy a mencionar aquí tres de esas historias, que tienen entre ellas parecidos y diferencias.
· Parecidos:
-Las tres tienen una extensión similar, entre las trescientas cincuenta y las cuatrocientas cincuenta páginas. Son, por tanto, sucintas historias.
-Las tres llegaron a la par que el nuevo siglo y el nuevo milenio: 2000, 2002 y 2002.
-Las tres son (o me lo parecen a mí) igualmente solventes y documentadas.
-Las tres llevan el sello inconfundible del autor-narrador.
· Diferencias:
Dejémoslo en diferencia, en singular: la de la singular voz que vamos oyendo en cada una de ellas:
-El tono sencillo y profesoral, de investigador entusiasta y enamorado de su materia: la de Antonio Domínguez Ortiz (Marcial Pons): España. Tres milenios de historia.
-El tono jocoserio, grave y socarrón, circunspecto e hilarante, de una historia para aprender y pensar, y también para reír a dos carrillos: la de Juan Eslava Galán (Planeta): Historia de España contada para escépticos.
-El tono épico con remates líricos del historiador que mira ese pasado compartido por muchos pueblos y pondera su grandeza (entreverada de miserias): la de Fernando García de Cortázar (Planeta): Historia de España. De Atapuerca al euro.
Cierto amigo mío, historiador especializado en el siglo XIX español, nos recomienda que no leamos historias que no sean universales; porque las que no lo son, son lo contrario, es decir, parciales (es decir, injustas), aumentan el chovinismo, la xenofobia y la miopía. Seguramente mi amigo tiene razón… A ver si los historiadores se van animando a hacer esa clase de historias: universales y a la vez sencillas y al alcance de las mentes corrientes… Libros para el pueblo, que instruyan y deleiten.
Mientras tanto…
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