La poesía nace, creo, con vocación de ser aprendida de memoria (o, mejor, “par coeur”): quiere metérsenos en el sentido, con su sentido y su ritmo, con su armonía, única en cada poema.
Últimamente algunos poetas han manifestado su miedo a que sus versos, por haberse acogido a moldes tradicionales, suenen a ya leídos. Quiero recordar, como ejemplo, cierta declaración de Víctor Botas… Otros poetas, sin embargo (Luis Alberto de Cuenca, Jon Juaristi, Amalia Bautista…) no han visto ningún obstáculo a la hora de usar de esos moldes tradicionales para hacer sonar su propia voz de poetas, una voz inconfundible.
Si el poema es bueno (ergo también el poeta), será original y diferente, por mucho que haya tomado de lo ya existente (por cierto, se toma casi todo; recordemos aquello de “somos enanos en hombros de gigantes”).
Lo que a mí, como lector de poesía (todo lo ignorante y atrevido que ustedes dictaminen), me ocurre a veces es que no puedo apreciar si un poema es bueno o no lo es porque no sé cómo leerlo: dónde hay pausa y dónde no, dónde hay sinalefa y dónde no…
Aceptando (cómo no) que el que escribe el poema lo hace como le sale de la pluma, no pienso que esté de más que el poeta, mientras escribe, tenga en cuenta a sus posibles lectores, ésos a los que él quisiera seducir con su poema; y si piensa en ellos, se pondrá a su altura, no a la altura de esa estatua en que quisiera que lo convirtieran cuando muera.
En fin, el poema que he leído hoy sin saber cómo leerlo se titula “Nova”, lo ha escrito José Luis Piquero, y viene en la página 37 del número 72 de la Revista Clarín. Está escrito como en cláusulas en prosa… Pero tampoco acabo de ver que haya sido intención del poeta escribirlo en prosa. ¿O sí? A mí me da la impresión de que el poeta ha querido como camuflar los heptasílabos, alejandrinos y endecasílabos de que, casi en su totalidad, se compone: arreglar el poema para que parezca que no está arreglado (una vieja fórmula, al fin y al cabo: ya la usó, en su propia persona, Pepita Jiménez mientras esperaba la visita del seminarista don Luis de Vargas).
Ahora un servidor va a cometer el acto temerario (es un juego…) de desvelar eso versos tradicionales que aquí leo. O sea, primero voy a copiar el poema tal cual aparece en la revista; y a continuación, dándole sólo a la tecla “intro” para la separación de líneas, voy a cortar los versos por donde yo, como lector, esperaría el corte, la pausa versal. Y voy a poner en cursiva los seis versos (muy pocos para un poema de tal extensión) que no son heptasílabos, alejandrinos o endecasílabos.
Espero que al autor, si lee esta entrada, lo le desagrade mi inocente entretenimiento. Como he dicho antes, es un juego; aunque no por ello me tomo a broma, muy al contrario, ni al autor, ni a la destinataria en primer grado del poema, esa mujer que triunfó y resplandeció, y ahora está sola.
Me desentiendo del tema de la separación de estrofas, o de párrafos, que, para ese detalle, este procesador procesa con sedicente y alevosa autonomía. Y ahora ya sí, copio y corto:
NOVA
De pronto ha anochecido sobre el mundo y tú
estarás sola, preguntándote a dónde se han ido
todos.
Parece que ha pasado un instante, o tal vez medio
año. La casa estaba llena de gente que charlaba y en
medio estabas tú, cegadora e intensa: una nova.
Ahora te recuerdo como si dieras vueltas y más
vueltas, faro de cualquier barco. Ocupabas el centro
mismo del universo.
O quizá no. Es tan sólo la música y ese estar tú y yo
juntos del modo que sabemos. Te dije que el amor
sería para siempre. Te mentí.
Pero entonces llenabas todas las copas, lo mismo
que llenabas el mundo con tu risa. Me rozabas el
hombro levemente al pasar: no podría ignorarte
aunque quisiera.
¿Dónde están todos esos invitados? Si coges el
teléfono ¿cuántos contestarían?
Tu soledad es un gran agujero negro. El mundo
gira y tú no estás en él. Piensa en todos los días
que han sido sobre el mundo y en sus noches de
espanto.
Y ojalá hubieras sido capaz de detener el transcurso
del tiempo, retenernos a todos en un sueño
de eones, mientras seguías tú llenando copas,
sonriendo y brillando de luz blanca. Pero esta
noche a solas ya estaba escrita. Pequeña nova. Niña.
Faro de nadie.
Que el dolor nos redima a todos juntos, en esta
soledad que ninguno podemos compartir. Y que no
Sufras. Que tengas buenos sueños.
Acuéstate y olvida.
Yo también.
NOVA
De pronto ha anochecido sobre el mundo
y tú estarás sola, preguntándote a
dónde se han ido todos.
Parece que ha pasado
un instante,
o tal vez medio año.
La casa estaba llena de gente que charlaba
y en medio estabas tú,
cegadora e intensa: una nova.
Ahora te recuerdo
como si dieras vueltas y más vueltas,
faro de cualquier barco. Ocupabas el centro
mismo del universo.
O quizá no. Es tan sólo
la música
y ese estar tú y yo juntos del modo que sabemos.
Te dije que el amor
sería para siempre. Te mentí.
Pero entonces llenabas
todas las copas,
lo mismo que llenabas el mundo con tu risa.
Me rozabas el hombro levemente al pasar:
no podría ignorarte aunque quisiera.
¿Dónde están todos esos invitados?
Si coges el teléfono ¿cuántos contestarían?
Tu soledad es un gran agujero negro.
El mundo gira y tú no estás en él.
Piensa en todos los días que han sido sobre el mundo
y en sus noches de espanto.
Y ojalá hubieras sido capaz de detener
el transcurso del tiempo, retenernos a todos
en un sueño de eones,
mientras seguías tú llenando copas,
sonriendo y brillando de luz blanca.
Pero esta noche a solas
ya estaba escrita.
Pequeña nova. Niña.
Faro de nadie.
Que el dolor nos redima a todos juntos,
en esta
soledad que ninguno
podemos compartir. Y que no sufras.
Que tengas buenos sueños.
Acuéstate y olvida. Yo también.
Filed under: Apuntes | Leave a comment »