Pienso en no dejar vacía, aunque sea domingo, la página de hoy en Certe patet. Pero como estoy perro, debe ser por la TelePerrea de anoche, decido copiar lo que más me ha gustado de lo que he leído esta mañana en la prensa internáutica –en papel ya no leo prensa–. Hago repaso mental y concluyo que lo que mejor me ha parecido, ha sido la página de Pérez-Reverte en XLSemanal. Y me entran dudas… ¿He copiado aquí algún día la entrega de Patente de corso? Creo que no… ¡Ni hoy tampoco lo voy a hacer! Si el lector de Certe patet tiene a bien leerla, que entre en el mencionado suplemento, que es abierto, es decir, patente.
Cierto compañero, de los verdaderamente aficionados a la lectura, me comentaba un día que el fallo que le veía a la literatura de Pérez-Reverte es que es fácil. Lo mismo que pensó el Señor de Jérica de los cuentos de El conde Lucanor. El de Jérica, según se ve, tenía autoridad ante don Juan Manuel. Y éste, para seguir su consejo, comenzó a escribir aquellas máximas del final del libro: como las moralejas de los cuentos, e incluso más abreviadas; y, además, sin cuento. Bueno… Aquello no hizo mejor escritor al príncipe escritor; ni tampoco peor…
Góngora, el poeta difícil del Siglo de Oro hasta que nos lo explicó Dámaso Alonso, hizo en su obra más difícil, las Soledades, un monumento a la vida sencilla. ¿Le atraía el ideal de la vida sencilla pero no el de la literatura sencilla? Ya digo… Dámaso Alonso demostró que su literatura también es sencilla: para los que no se conforman con ser ignorantes.
Galdós era sencillo y verdadero. Hizo la historia novelada de su siglo con verdad y sencillez: el gran monumento del siglo XIX. ¿Qué gustó menos a las oligarquías de la patria para que pidieran que no se le concediera el premio Nobel: su sencillez o su verdad?
Efectivamente, Pérez-Reverte es sencillo; quiero decir, su literatura. ¿Eso le resta calidad artística? No le resta: sólo le suma (o, mejor, le adhiere) la envidia de los mediocres; que son legión.
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