Tiempos de torva faz, de reses muertas,
tiempos para apretarse la pretina
hasta partirse en dos.
Insoportable casi
la amargura de un padre que pan no lleva a casa.
Pero hay que tener fe;
porque la blanda hierba rompe el cemento y brota;
y cuando está más débil la paciencia
un manantial de gozos nos sorprende,
y de nuevo las risas se desatan
y nuestros hijos juegan sin temor a las sombras.
Y a la mesa, abastada, recordamos
a los que hemos dejado en el camino.
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