En una calle céntrica, junto a su domicilio, una chica joven, tal vez adolescente, habla con alguien por su móvil. Concentrada en la conversación, mira al suelo, a sus pies. De pronto, frente a los suyos, pegados a ellos, aparecen otros pies. La chica mira al frente y apenas puede ver, porque una mano le ha atenazado la cabeza por la nuca, y tira de ella hacia delante, para que su boca se restriegue contra un pene que intenta penetrar en ella.
La chica logra zafarse, gritar; acude gente. Entonces el agresor se da a la huida, corriendo pero tranquilo; vuelve la cabeza y se ríe. Seguramente no es la primera vez que le sale gratis esta broma.
¿Agresión proporcional? Correr con ganas tras él hasta alcanzarlo, noquearlo de dos certeras patadas, sacar la navaja, cortarle el pingajo y metérselo en la boca.
–Ahora puedes chupártelo tú mismo cuanto te apetezca. Vas a ser feliz.
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¿Has visto esa escena o la has inventado?
Desde luego dan ganas de responder como describes; que se lo digan a un padre, por ejemplo.
Gentes así desprestigian la raza humana en general y la masculina en particular. No me parece inadecuada tu respuesta, en absoluto.