De males, mi buen Fabio, no te quejes
a no ser en el claustro de tu alcoba,
ante el Cristo que, al cabo de tu lecho,
de penas y pecados es esponja.
Mas si lo miras bien, tan castigado
por cargar con la carga que nos sobra,
concluirás que seguir tú con lo tuyo
es práctica más justa y más piadosa.
Y ya puesto a ser tú
de males otra percha, como Cristo,
quizá veas que en ti caben los tuyos
y además unos cuantos del vecino.
Sufre en silencio males, mi buen Fabio:
es lo justo, es lo pío, es lo sabio.
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