Los labradores, o labraores, de mi pueblo, los de entonces, aquéllos que “no paraban de llorar: / unas veces por la seca / y otras por la remojá”… aquellos labraores decían que marzo eran tres meses: marzo, magarzo y el mes de marzo.
Entiendo que el dicho tenía que ver con las infinitas variaciones que este mes podía y puede ejecutar, desde el avieso temporal y la ventisca hasta la placidez de los días más radiantes de sol y de esplendente campiña. Un mes donde todo en la naturaleza es posible (marzo ventoso, marzo mayea…). Un mes como para que un campesino no se aburra.
Ni sea burro. Que, a propósito, el Arcipreste de Hita, en su libro maravilla de las maravillas (ése no es el título…) decía que marzo tiene tres demonios: uno se mete en los burros, otro en los frailes y otro en las mujeres. No dice, pero se sobreentiende, que son tres demonios hermanos, amantes desaforados, los tres, de la coyunda.
Marzo es un mes belicoso, marcial, como su propio nombre indica. Los romanos lo consagraron a Marte, el dios de la guerra: en marzo iniciaban sus campañas militares. Era el mes de comenzar a abonar la tierra con sangre; porque el agua, ya se sabe, quita la sed pero no el hambre. Sangre de jóvenes guerreros. Y si no era suficiente, se echaba mano de la de ancianos, mujeres o niños: la tierra necesitaba una gran transfusión.
Ojo con marzo, insisto. En marzo de 2003, el Gobierno de USA inició la segunda invasión de Irak… Han transcurrido seis años. E Irak sigue siendo un gran banco de sangre para la tierra.
Y… para no ir más lejos: ayer mi cuñado Millán estaba tan tranquilamente en el velatorio de su primo Fernandico, disfrutando del inconfesable disfrute de que la artera arquera no hubiera dirigido su flecha contra él sino contra otro blanco (negro), aunque fuera su primo y fuera unos años más joven… Estaba así de tranquilo cuando le sonó el móvil: lo llamaba su hermano para decirle que su mujer (la de se hermano) acababa de ser acabada por otra flecha. Ayer mi cuñado Millán no tuvo más remedio que proferir un rotundo dicterio contra la artera arquera. Porque vio que, si seguía apuntando sus flechas hacia su zona de movimiento, alguna, ¡dónde esconderse!, lo ensartaría.
Vuelvo a insistir y termino: no os fiéis de marzo: ni de sus idus ni de sus calendas ni de sus nonas. ¡Ni de la madre que lo parió!
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A mediados de marzo se inicia el signo de Aries, guerrero y feroz. Todo coincide para que estemos ojo avizor.