HE AQUÍ LA PERSONA
He aquí la persona:
de una pieza.
Íntegra un alma entona
su cabeza.
Ardió en los ojos brío
dulcemente.
Nariz con señorío,
voz valiente.
Y su ardor vïolento
quiso, pudo
siempre acatar agudo
pensamiento.
¡Qué pasión en lo humilde
cotidiano,
qué primores de mano
por la tilde!
Melancólicamente
–Dios o nada—
más pedía a la gente
la mirada.
Voluntad incesante
contra infierno,
todas las horas ante
cielo eterno.
“¿El vivir sin cadena
ya es delito?
La libertad ajena
necesito.”
Y siempre dando, noble,
se exigía:
“Que nada en sombra fría
se desdoble.”
No fue posible
para su sosiego
negar la luz de fuego
que alumbrara.
Madre en toda su ayuda,
ya no era
sino la que no muda:
verdadera.
¡Esfuerzo puro! Nada
lo pregona.
He ahí, consumada,
la persona.
EL REGRESO AL LUGAR EN QUE HE VIVIDO
El regreso al lugar en que he vivido
tantos veranos una doble dicha
no trae pormenores de recuerdo,
sí la emoción y el aura en torno a ella.
Ella, que ya no es ella. ¡Qué injusticia,
y sin posible apelación a un justo,
a un tribunal! Morir así no es culpa
de nadie. Tú no estás. Y permanece
bajo el nivel de una memoria activa,
muy dentro de este ser que soy de veras,
el vivir que tú y yo vivimos juntos,
actual hasta el instante en que la nada
me lleve a mí también. Y los veranos
seguirán sucediéndose con sombras
de consuelo, de amor, de vidas íntimas.
Jorge Guillén, Antología personal
Visor Libros. Madrid, 2004.
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