Mi idea de lo que debieran ser los libros de texto anda muy apartada de lo que son éstos actualmente. Las leyes educativas mandan… Y a las vigentes habría que mandarlas a donde yo no digo.
Los libros de texto los confeccionan –cosa de corte y confección parece, más que de redacción—profesores (¡no van a ser cabreros o carabineros!). Profesores a los que les viene bien el complemento eurótico o sobresueldo que a tal trabajo, supongo, corresponde. Y nada que objetar por mi parte.
Sólo tengo que hacer una petición a las editoriales de estos libros (no es la primera vez que la hago desde esta ventana): que sus autores los revisen mejor, aunque sea a costa de que los editores desembolsen más…
De lo contrario, irán perdiendo clientes… Ya ha supuesto para sus ingresos una merma que la Junta de Andalucía los compre y los vaya pasando a sucesivas tandas de alumnos en la ESO. Si, además, los propios de los cursos de Bachillerato nos van pareciendo poco fumables a los que los seleccionamos para los alumnos, con herramientas tan eficaces como el ordenador e Internet, preferiremos dárselos caseros a los muchachos, con lo que les supondrá de ahorro.
¿Qué sigue habiendo profesores concienzudos a la hora de preparar un libro de texto? No lo dudo. E incluso yo apostaría una mano por Romano, el del blog amigo que les sale en la columna de la izquierda, autor de blogs y de libros de texto, y a quien no tengo el gusto de conocer en persona.
Pero… ¡lo dicho! Queridas editoriales: que se note que sólo hacen libros de texto los que fueron alumnos buenos en la ESO, no los “dulces prendas por mi mal rayadas”.
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