¿Por qué, si tienes más de catorce años y eres español, todavía no has leído a Don Quijote?
Seguramente te has quejado alguna vez de lo que no funciona en este país: el gobierno, la calle, el instituto, la botellona, la alcaldía, tú mismo…
¡Ah! Tú mismo no funcionas… te da mucha vergüenza, por ejemplo, decir lo que piensas ante quien no es tu amigo de toda la vida, porque sabes que no te expresas con soltura ni corrección; llevas “estudiando” inglés desde los seis años, y eres incapaz de redactar, o de pronunciar, una frase de dos líneas en inglés; y de matemáticas sabes lo justo para que no te engañen cuando pagas un bollicao con un billete de diez euros.
O sea, es decir: eres una criatura lamentable, que en tantos años de vida, apenas ha andado unos pasos para salir del analfabetismo en que nació. Una criatura que lleva camino de no leer al Ingenioso caballero, por muy buen libro que digan que es, en todo lo que te queda de recorrido por el mundo.
Te propongo: empieza por ahí; por leer a Don Quijote. Sólo necesitas dedicarle un rato diario –puedes descansar los sábados y los domingos–. Además, seguro que en tu casa hay algún ejemplar desde hace años; y si no, te lo compras, que en todas las librerías venden ediciones baratas y buenas. A capítulo por día (no son largos los capítulos), en veinticinco semanas lo haces tuyo (¿cuánto te costaría hacer tuyo un cuadro de Velázquez?).
Te aseguro que habrás pasado por una experiencia que te hará sentirte otro hombre. No te digo que más feliz, ni más triunfador, ni más hermoso. Te sentirás más tú. Y a la vez te habrás ensanchado; y elevado (enquijotado); serás mejor: mejor pelanas, mejor escudero y mejor caballero. Y empezarás a merecer lo que aún no te mereces: que tu Dulcinea, que hace tiempo lloró al acabársele el capítulo ciento veintiséis de Don Quijote, se interese por ti.
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