Menos de cinco céntimos de euro.
E iba al cine tres veces;
o a la taberna siete,
a por el vino que
hacía falta a mi madre en la cocina.
Y para golosinas de quiosco,
imáginate: hubiera costeado
tres meses de visitas.
La cabra de la casa (nuestra central lechera)
adquiría el derecho
de pasar siete días en el campo,
regresando al ocaso con las ubres bien llenas.
Siete pesetas y media en moneda,
atadas en un pico de un pañuelo,
sumaban treinta reales: lo suficiente para
que aguantara un día más una familia.
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