Su cobre renegrido,
desgastado por manos limosneras,
roído por el mar de las galeras,
ha cobrado la forma del olvido.
Moneda de un imperio demolido,
en imprecisos fuertes y fronteras
requirió de sicarios y terceras
lances de sangre y mozas de partido.
Rodó por monasterios y figones,
corrió por Anatolia y los Balcanes,
fue botín de avarientos catalanes,
pagó deudas de dados y traiciones.
En Biblos lo compré. Su propietario
juraba descender de Belisario.
JON JUARISTI
VIENTO SOBRE LAS LÓBREGAS COLINAS
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