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Desgargolado

La gente de ciudad, por ejemplo mis hijas, no conocen más significado de la palabra gárgola que esas cabezas de horripilantes monstruos que se asoman en las esquinas de las cubiertas catedralicias, por donde tales evacuan el agua de la lluvia. Pero gárgola es también la cápsula o vaina de algunas semillas, lino, guisantes, cáñamo. Y desgargolar es sacar la semilla de la gárgola. Y así como llamamos desquiciado a alguien salido de su quicio (como si fuera una puerta, o en su estructura poseyera una puerta principal que ha sido arrancada de sus goznes), en mi pueblo llaman eggargolao a alguien que va sin rumbo, sin norte, desnortado, por la vida.

Lo que ocurre es que toda semilla engargolada tiene, en buena lógica, que verse un día desgargolada, para cumplir su misión en el ciclo de la vida. Y en la vida humana, por sernos la más próxima, esto no lo comprendemos muy bien, porque sólo con mucha dificultad llegamos a objetivarlo. Por ello tendemos a decir de un joven que empieza a actuar por su cuenta, desembarazado de parámetros maternos, exclaustrado de su vaina (doblete vagina), que está desgargolado.

Para leer, esta Semana Santa…

Llévate una greguería de Ramón.

Las greguerías son frases con nata.

Llévate una volatería de Baltanás.

Las volaterías son fresas con alas.

Llévate una brevería de Hidalgo.

Las breverías son brevas muduras.

Llévate un aforismo de García Martín.

Los aforismos son afuerismos íntimos.

Llévate una trilogía

(Madre, Esposa, Hija).

Pero no te lleves una novela de ochocientas páginas,

que te puede doler la maleta.

Un e-mail o un emilio, pero no un emiliki

A estas alturas de la siesta del domingo (no de cualquier domingo: del que nos ha traído la circular que proclama el advenimiento oficial de la primavera), a estas alturas de esta siesta, si yo tuviera que dividir el mundo en dos clases de personas, no lo dividiría en hombres y mujeres, ni en menores y mayores, ni en finos y rudos… Diferenciaría entre quienes, cuando hacen algo, piensan ante todo en hacerlo bien, y quienes piensan ante todo en sacarle beneficio.

Hace pocas semanas cierto colega que ya no es colega, cierto colega que le ha sacado a ser colega el beneficio de no serlo, me comentaba que, el e-mail, él lo considera un híbrido entre la expresión oral y la escrita… Puse cara de no entenderlo, porque, para mí, lo que escribimos en un e-mail es, evidentemente, escritura.

–Si abres tu correo –me dijo—y te encuentras treinta o cuarenta mensajes a los que debes contestar, no tienes más remedio que escribir de cualquier manera.

–Es cierto, es cierto –contesté yo, que nunca me he encontrado juntos más de dos o tres  correos, caso omiso a los SPAM.

Y en ese momento recordé que he recibido de amigos con títulos académicos superiores, e incluso con cátedras universitarias, mensajes que habrían abochornado a sus maestros de primaria. En las palabras de mi interlocutor estaba la clave: tenían muchos mensajes a los que dar respuesta.

Yo… ¿qué quieren que les diga? Si no tuviese tiempo para contestar debidamente, o sea, con buena escritura, a los cuarenta mensajes, sino sólo a cuatro, seleccionaría los cuatro más importantes para enviar la cumplida respuesta. La otra manera de actuar, la de contestarlos todos aunque distraídamente para no avergonzarse uno mismo de lo que está escribiendo, me recuerda las chapuzas de albañilería llamadas ”tente mientras cobro”.

Y si me apuran diré: Si tengo que contestar a los cuarenta, contesto bien a los cuarenta; dado que más vale una sola línea de verdad bien escrita que cuarenta insoportables líneas de escritura cochambrosa. Porque en una sola línea cabe mucho. Y mucho bueno.

Amigo lector, mándame un e-mail.