Ahora que mi edad corre ya cuesta abajo,
atiéndeme el consejo
que con saber de viejo
y con amor de padre aquí te dejo.
Si lo sigues es fijo
que gozarás la vida como un dorado embrujo.
Verás cada mañana en el espejo
a un sujeto al que nadie va a reprocharle el fajo
de millones que cobra por hacer su trabajo.
Podrás ir y venir con vaya un traje
sin que nadie jamás te llame pijo.
Saldrás de tu garaje
mandando un gran descapotable rojo
y no habrá quien te grite por lo bajo
fascista del cara…
Y lo más admirable: cuando saltes al tajo,
podrás (después de haber rozado algún yerbajo
las yemas de tus dedos), podrás –oh raro lujo-,
podrás, sí, santiguarte con todo el desparpajo,
“en el nombre del Padre y del Hijo…”,
sin que se escandalice nadie, y (me regocijo
al pensarlo) quién sabe si hasta se vendrá abajo
de aplausos el estadio.
Si aspiras (ya lo dijo
Abel Feu con su lírico gracejo)
a tal felicidad, no estudies a destajo
por labrar tu futuro.
Tú futbolista, hijo.
MIGUEL D’ORS, SOCIEDAD LIMITADA
ED. RENACIMIENTO. Sevilla, 2010
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