· Teniendo en cuenta esa palmaria realidad del poquísimo trabajo personal, individual e intransferible del alumnado y de la alumnada, deberíamos dedicarnos en clase, ellos y nosotros, nosotros y ellos, bin-ban, bin-ban, bin-ban, a machacar, martillo sobre hierro frío, los conceptos básicos-basiquísimos. Para que ellos y ellas acaben la secundaria-primaria con base, o sea con cimientos. Ya vendrán otros que edifiquen sobre los tales. Ahora bien, machacar, machacar, machacar, es no solo aburrido sino machacante. Los profes y las profas debemos variar, amenizar, entretener, divertir y, en cuanto lo exija el guión, turbar más. Con lo cual los enseñantes y las enseñantas colaboramos y colaboramas para que los alumnos y las alumnas se lo pasen de PM aunque lo básico y la básica se queden sin aprender y sin aprendar.
· Teniendo en cuenta, otrosí y otrotambién, que los maestrillos debemos agenciarnos un banco de recursos punto menos que inagotable para variar, amenizar, entretener, etc., etc.; teniendo en cuenta, además, que con cuantos más recursos cuenta el maestrillo menos cuenta el maestrillo (véanse, si no se me cree, los libros de texto; cada uno de ellos incorpora tres maestrillos sustitutorios, aparte del del libro propiamente: el del CD, el del DVD y el de Internet.); y teniendo en cuenta, finalmente, que el maestrillo es ya el tonto de la clase, el que padece la ignominia de no tener un nombre (no te equivoques llamando Gabriela a Rafaela, que te comen Rafaela y sus veinticinco vecinos; pero no esperes que te llamen con otro nombre que maestro, un santo y reverendo nombre que aquí solo es un sobado y maltratado nombre); si cuanto más hacemos menos valemos, ¿no sería lo adecuado no hacer nada, limitarnos a ser espectadores de primera fila en la farsa educativa y a aplaudir al final de cada acto?
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