…revive en la Audiencia Nacional el atentado que sufrió
«Soy periodista. Me habéis destrozado las manos, me habéis dejado ciego del ojo izquierdo, cicatrices por todo el cuerpo… Pero os habéis equivocado, porque no me habéis cortado la lengua. Seguiré luchando».
El periodista Gorka Landaburu protagonizó ayer en la Audiencia Nacional una de las declaraciones más emocionantes que se recuerdan a una víctima del terrorismo. Y por esa sede han pasado cientos, quizá miles. Sin ninguna afectación impostada, tranquilo y con fría naturalidad que contrastaba con los detalles terribles que iba ofreciendo su relato, el director de Cambio 16, que es abiertamente partidario del diálogo con ETA,fue describiendo con parsimonia aquella mañana de mayo de 2001 en la que le explotó en las manos una carta trampa preparada por los terroristas y las consecuencias que tuvo para su profesión y para su vida: «Hasta el día del atentado, me encantaba jugar al frontón a palas. Ahora ya no puedo coger una pala, ni siquiera una raqueta de ping-pong».
El fiscal Luis Barroso y la acusación particular -que ejerce el letrado José María Fuster-Fabra- piden 23 años de prisión para los etarras Patxi Xabier Makazaga Azurmendi, Ander, y Oskarbi Jauregui Amundarai, que han renunciado a una defensa activa, por lo que asumen su probable condena.
Landaburu contó cómo el 14 de mayo de 2001 llegó a su casa de Zarauz hacia las 20.00 horas, «muy cansado» después de un duro día de trabajo en campaña electoral para las elecciones vascas. En el buzón había un sobre, tamaño Din A4, con el anagrama de la asociación empresarial Elkargi, «idéntico» al que recibía todos los meses. Su escolta fue a inspeccionarlo, pero el propio periodista le tranquilizó: «Déjalo…».
Fue a la mañana siguiente, tras salir de la ducha «en paños menores», cuando Landaburu abrió el sobre: «Me han pillado», se dijo para sí. La explosión le mutiló dos dedos de la mano derecha y una falange de la izquierda, le dejó ciego del ojo izquierdo y le afectó la visión del derecho y la audición de ambos oídos.
Landaburu tuvo que volver a aprender a escribir, «como los niños pequeños», y desde entonces lo hace con mucha dificultad porque es «diestro cerrado y nulo con la mano izquierda». Su nueva vida como víctima se sufre cuando tiene que «abrocharse los botones de la camisa» o «llevar mocasines», porque no puede vestir zapatos con cordones.
El intento de asesinarle fue el último eslabón de una cadena de atentados que pretendían coaccionarle: «Pasquines con el lema Landaburu vete del país», «dianas en el portal», «nos asomábamos al portal y nos tiraban basura, piedras», «un cóctel molotov en el balcón», «corbatas negras que encontraba mi mujer», «llamadas a los dos o las tres de la mañana…».
A pesar de todo, Landaburu se mantuvo ayer firme en su convicción de que «hay que mirar hacia adelante». Pero, eso sí, «con el retrovisor». «Lo más importante es que los responsables paguen lo que tienen que pagar».
MANSO MADRID. EL MUNDO [HOY]
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