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Dos poemas de Jon Juaristi

PÁGINAS DE RUNCIMAN

 

 

A Joaquín Puig de la Bellacasa

Innumerable, como vasta arena,

comparece la hueste  de los Últimos Días

ante los muros de Constantinopla.

 

La ciudad va a caer. Segunda Roma,

no debe a la primera

sino el hedor a cobardía y cálculo

que el viento de Poniente trae consigo.

Piero della Francesca

pinta en Urbino a Cristo desollado

por los látigos turcos.

Mercaderes y cónsules contemplan el suplicio

como quien ve llover sobre Venecia.

Constantino Dragasic avanza hacia el portillo

que han abierto las minas

en las paredes del postrer reducto.

A su lado combate Francisco de Toledo.

Hoy morirán los dos:

un caballero pobre de la remota España

junto al Emperador e los Romanos.

 

Ni el Papa ni Mehmet el Pederasta

saben que aquí concluye la juventud del mundo.

No habrá más paladines ni sueños generosos,

sino estrategia y táctica,

equilibrio de fuerzas,

esclavitud y expolio en ínsulas extrañas,

sangrientas fiesta de la artillería,

diplomacia venal y victorias mecánicas.

 

Tampoco don Francisco

se sabe un personaje absurdo y gótico,

digno de una novela aún no nacida.

Volteando su montante

como un molino de furiosas aspas,

tajando fieramente y desangrándose,

contra Gog y Magog defiende las murallas

de la ciudad de Dios.

 

Allá en Arezzo, Piero

pinta los triunfos de la Vera Cruz:

deshace Constantino las filas de Magencio.

A Heraclio el Santo Leño otorga el día

frente al furor del pálido Corroes.

 

El arte invierte en su engañoso espejo

Los términos confusos de la vida:

brilla la media luna sobre el Bósforo.

Mercaderes y cónsules y el Dogo encargan copias

de los libros de Valla.

Hay que aprender deprisa a ser antiguos.

 

Viento sobre las lóbregas colinas

Col. Visor de Poesía, nº 682

Visor Libros. Madrid, 2008.

 

 

 

 

TESTAMENTO EUROPEO

 

Serbios de Herzegovina,

tracios, ilirios, griegos,

pastores y labriegos

de la triste montaña bizantina:

 

Pueblos que al fondo de la historia hacina

un incendio incesante cuyos fuegos

propagan vanos, enconados, ciegos,

con recíproca y nunca extinta inquina.

 

He aquí vuestra herencia:

ejércitos de niebla y disensiones,

principados de eterna violencia,

 

cuchillos cachicuernos y leones.

Bajo negras estrellas, capitanes,

marchad hacia el confín de los Balcanes.

 

Renta antigua

Col. Palabra de Honor, nº 17

Visor Libros. Madrid, 2012.

 

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