Yo es que quisiera parir
el soneto más perfeto
parido por un poeto
ora del Guadalquivir.
Un soneto sobre un mir-
to gongorino y frondoso:
“Mirto venéreo y verdoso”…
Mas llega el mirlo y se posa
en mi alto mirto y me endosa:
“Deciméalo, don oso.”
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