Quejarse es una fuente de placer
tan surtidora… Goza cuanto llora
el querellante, y como la hora ignora,
llora de amanecer a amanecer.
Su queja no hay quien la haga enmudecer.
Y encima llorará cuánto deplora
verter su inagotable cantimplora
de llanto en quien lo quiere comprender.
Se añora el padecer de don Quijote:
sobrio, sabio, sereno en el abismo.
Su temple nada hay que lo derrote.
Enséñanos, señor, tu catecismo:
aunque de llanto estés de bote en bote,
tú mismo te haces risa de ti mismo.
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