Unamuno tendría que llamarse
Unamono, un nombre redundante.
En el vate Unamuno no hay debate;
solo hay Unamuno: es para hartarse
antes del postre, que sería postrarse
ante la estatua viva de este orate
que no cabe en su estatua de tan grande.
San Miguel de Unamuno, Amado Padre,
con fervor te pedimos que nos salves
de ti, de tanto unamonismo unánime.
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