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La Traicionera

Ese sol por fin salido

me concede un nuevo día.

Mas no sé dónde me espera

la Traicionera.

Este libro que ahora abro

exhala aroma de fruta.

¿Dirá que es fruta postrera

la Traicionera?

El viaje en que me muevo

es ida como es regreso.

Y acabará cuando quiera

la Traicionera.

Regalos de Reyes

Mi abuelo materno, cuya imagen preside mi estudio, se apellidaba Fernández Reyes. Así que, con tan alto abolengo, a nadie extrañará que yo tenga cada año unos lindos regalos al llegar esta fecha. Los principales de este año: que todos, en la familia, estemos razonablemente bien de salud, y con el frigorífico suficientemente abastecido; haber tenido unas cumplidas vacaciones de Navidad (cumplidas, sí: cuántas veces aspiramos a algo parecido y, pasado el tiempo, vemos que nuestras expectativas se han convertido en humo); ratos de charla con amigos que lo fueron ya en la infancia; el encuentro inesperado con DM, amigo intensivo en 6º de Bachillerato al que después no había vuelto a ver sino en poquísimas ocasiones; paseos por el campo, oyendo los trinos de los pájaros o los golpes de los vareadores a los olivos –mientras yo dispongo de buen aceite en mi despensa sin necesidad de dar un palo a un ramón-; largos ratos que ha hecho breves la lectura…

Y no es que no haya habido contratiempos… Por ejemplo, una página del libro que estás leyendo, que te recuerda lo ingrato de tu profesión. O sea, que estoy leyendo, tan ricamente, La marca del meridiano, de Lorenzo Silva, último Premio Planeta cocinado, y me encuentro, en la página 133, el siguiente diálogo entre Bevilacqua, el brigada picoleto de 48 años de edad, y su vástago de 19:

 

Subí al coche, lo puse en marcha y me fui derecho hacia la autovía. Andrés, mi hijo, me estaba esperando ya en el cine con las entradas. Como me conocía, sabía que la puntualidad extrema no figuraba entre mis virtudes y había preferido adelantar. Hice como que me ofendía por su desconfianza y le pregunté cuánto le habían costado.

-Te invito –me respondió.

-Pero si eres insolvente…

-Eso lo dices tú. Me han pagado las madres de los tarugos a los que les doy clase de refuerzo. Me hace ilusión invitarte a algo yo.

-Bueno, es una novedad. ¿Y lograrás que aprueben?

-Están en la ESO. Al final siempre los aprueban, con que sepan leer el enunciado y responder algo que tenga que ver. Y  hasta ahí, aunque sea con algunas dificultades, me comprometo a llevarlos.

 

Lástima que los Reyes, o sus Ministros, no nos hayan traído, en este día de regalos, una reforma educativa en condiciones. Otra vez será…