¡La Vin qué susto! El que debía de dar yo cuando me quedé en calzoncillos y camiseta y me puse la bata azul de papel cebolla sin mangas. Lo que habrían disfrutado mis enemigos de la ESO haciéndome una foto en tal atuendo.
¡La Vin qué susto! El que yo sentí cuando vi que la máquina me metía pa dentro, porque yo me di cuenta de que por allí no me cabía la cabeza. Y yo me decía: “Verás tú… Como la enfermera no esté atenta, este bicho me descuerna para siempre”.
¡La Vin qué susto! El que me invadió cuando vi que me había salvado de la máquina horrenda, pero no de mi horario. ¡Que todavía me quedaba tiempo para cumplir con mi hora de mayor de sesenta años en el instituto! ¿Qué hacer: volver al instituto a hacer acto de presencia, o marcharme a mi casa, acogerme a sagrado y cometer omisión de ausencia en el instituto?
Ha ganado el sagrado. Mis ancestros católicos, que pesan mucho. Tanto, que mientras yo yacía desnudo e inerme ante la demoníaca máquina, mis alumnos de Latín tenían que estar trasegando y rumiando la hierogonía que les había dejado: Fides et spes la he titulado, como si fuera una encíclica de Pablo VII –el Papa que yo tendría que ser en unas pocas semanas- a los fieles o infieles de La Piñera y El Saladillo.
Y ahora vuelvo a la Negramática; que, de tantos exámenes como tengo en la Negra Carpeta (la Carputa), algunos tendré que llevar corregidos mañana.
Filed under: Apuntes |
Deja una respuesta