• Páginas

  • Archivos

  • septiembre 2013
    L M X J V S D
     1
    2345678
    9101112131415
    16171819202122
    23242526272829
    30  

Tengo hermanos pequeños

A mis hijas mayores

Esa salamanquesa

minúscula y sin cola

que anda por el sótano:

siempre delante de mis pies.

¿Por qué tanto llamarme la atención?

¿Pretendes que te adopte?

¿Acaso no te sientes satisfecha

con ser solo mi hermana?

Esa mirla absoluta-

mente calva que vive en nuestro árbol.

Me mira muy atenta.

¿Te me insinúas, me quieres seducir?

Te amo como hermana,

no podría tenerte como novia.

Ella se enfada, grita

y se marcha al tejado.

El mosquito bendito

que, a las cinco, sin falta,

me hace vuelos rasantes por la oreja

-casi siempre la izquierda-.

¿Por qué me resucitas tan temprano?

¿Por qué nunca me dejas, hermanito,

dormir un poco más?

Si lo que quieres es el título de gallo,

despiértame más tarde,

cuando esté el sol a punto

de alzarse de su lecho.

A nuestro hermano grande

me gusta saludarlo cuando sale.

Vicente Sabido

A mi amigo Vicente le han coincidido tres cosas: llegar a la sesentena, publicar –en la preciosa colección de la Editorial Renacimiento- la antología de su poesía, y morirse.

– La sesentena apenas la ha rozado con las yemas de los dedos: la cumplía el día 18 del corriente.

– A su Antología, titulada Amor, José Luis García martín le ha hecho la reseña.

– La muerte, estoy seguro, no le ha pillado por sorpresa: Vicente era poeta, dialogaba con ella.

Ahora mismo acabo de releer su libro Aunque es de noche. Es un libro breve, como lo suelen ser los de poesía, como lo suele ser la vida misma. No extraña que en el primer poema encontremos a un Vicente todavía niño de tres años

Soy niño. Soy feliz. Feliz me espera

mi heroico caballito de madera.

ni que el último termine con una serena, inquietante, premonitoria exclamación:

Oh Sur, oh Sur, oh Sur,

oh tierno Sur de nunca!

Ayer, hace un rato, pensaba contar aquí alguna anécdota del tiempo en que fuimos compañeros de clase, en la facultad de Filosofía y Letras de Granada. Pero ahora me ha entrado la desgana, una especie de sequedad manos alante. No obstante, contaré una…

En cierta ocasión, en el último curso probablemente, le presté un libro que me pidió: el tercer volumen de La novela española contemporánea, de Eugenio de Nora. Luego dejamos de ser compañeros de aula, y solo nos veíamos muy de tarde en tarde, en encuentros casuales. Charlábamos un ratito, cambiábamos impresiones acerca de cómo nos iba. Y el siempre, en algún momento, interrumpía la conversación para decirme: “¡Oye, que sigo teniendo tu libro; a ver cuándo quedamos para que te lo devuelva!” Y yo: “No te preocupes; no me ha hecho falta”. Hasta que un día acordamos que el libro cambiaba de estatuto: pasaba de préstamo a regalo, para que Vicente tuviera un recuerdo mío. Como yo tengo aquí, ahora, uno suyo, su primer libro de poesía, con la dedicatoria de Vicente para mí (con fecha 29-VII-75: yo acababa de cumplir los veinticuatro).

Amigo Vicente: como has sido siempre tan buena persona y tan católico, ahora estarás en el cielo de San Pedro. Pero sin duda Apolo te invitará de vez en cuando a que pases unas vacaciones en el Parnaso, con él y con las traviesas musas. Pásalo bien.

Playa de Getares (hoy)

Playa de Getares (hoy)