Entre los libros leídos este verano (que puede ser para mí como el verano mitológico de la literatura: un verano que nunca se acaba), entre esos libros ha habido dos que no entraban en mis previsiones, sino que en un determinado momento me asaltaron y me engancharon con gran fuerza. Dos libros de muchísimo éxito popular, muy leídos, lo cual es para mí (prejuicios de uno) más un motivo de recelo que de confianza. Dos novelas: La casa de los espíritus (1982), de Isabel Allende, y La sombra del viento (2001), de Carlos Ruiz Zafón.
Poco voy a decir ahora de estos libros. Solo que me han parecido dos historias preciosas y muy bien contadas.
La primera es, en buena medida, la historia de Chile en el siglo XX; no completo, puesto que, según hemos dicho, esta novela se publicó en 1982. Ahora los chilenos llegan a la triste conmemoración del golpe militar (cuadragésimo aniversario). Y algunos de ellos piden perdón por no haberse implicado más en la defensa de la República y de los compatriotas perseguidos y torturados. Y si piden perdón, habrá que perdonarlos, digo yo.
La segunda tiene como protagonista una ciudad, Barcelona. La obra comienza con una explícita referencia cronológica: el narrador adulto recuerda hechos del verano de 1945, cuando él cumplía diez años. La variedad de ambientes y de personajes, la presentación de los escenarios urbanos y el enfoque de las escenas, la intriga, la violencia y el amor, la presencia totémica de los libros: todo muy logrado.
Un libro nos gusta cuando, nada más acabarlo de leer, pensamos que tenemos que releerlo. Y es lo que yo he pensado al acabar estos dos.
¿Y no nos planteamos la posible lectura de otros libros de los mismos autores? Por supuesto que sí. Y podríamos jurar de antemano que, aunque no estén a la altura del que ya hemos leído, también serán buenos libros.
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