A mis hijas mayores
Esa salamanquesa
minúscula y sin cola
que anda por el sótano:
siempre delante de mis pies.
¿Por qué tanto llamarme la atención?
¿Pretendes que te adopte?
¿Acaso no te sientes satisfecha
con ser solo mi hermana?
Esa mirla absoluta-
mente calva que vive en nuestro árbol.
Me mira muy atenta.
¿Te me insinúas, me quieres seducir?
Te amo como hermana,
no podría tenerte como novia.
Ella se enfada, grita
y se marcha al tejado.
El mosquito bendito
que, a las cinco, sin falta,
me hace vuelos rasantes por la oreja
-casi siempre la izquierda-.
¿Por qué me resucitas tan temprano?
¿Por qué nunca me dejas, hermanito,
dormir un poco más?
Si lo que quieres es el título de gallo,
despiértame más tarde,
cuando esté el sol a punto
de alzarse de su lecho.
A nuestro hermano grande
me gusta saludarlo cuando sale.
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