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Vida retirada

La enseñanza en este país está mal, muy mal. ¿Lo hemos dicho alguna vez? Sí. Pues insistimos.

Este recién acabado fin de semana entrevistaban en RNE a Félix de Azúa. El cual decía: la universidad en España no existe; y en los institutos los profesores se pasan más tiempo intentando hacer callar a los alumnos que explicando. -No pongo comillas porque cito de oreja-. Y en la misma dirección disparaba, hace muy pocos días, Luis Antonio de Villena en su tribuna de El Mundo: «Nuestra enorme crisis cultural» la titulaba.

Y uno de los muchos aspectos que están mal es el aprovechamiento del profesorado mayor: con más experiencia docente y menos energía en el cuerpo. Inventaron la pantomima de la reducción de dos horas lectivas a los mayores de cincuenta y cinco. Horas que al afectado le respetan cuando «se puede», y en las que él «no se puede» ir del centro.

En la universidad los profesores no suelen tener ninguna prisa por jubilarse; en cambio, actualmente, los profesores de instituto, si pudieran, se jubilaban todos a los cuarenta.

¿Hablo de este tema porque yo, jubilado, echo de menos mi trabajo en el instituto? No es eso, pero hay algo de eso, de lamento por el desaprovechamiento social de algo que a la sociedad le cuesta mucho obtener.

En el cuarto de siglo que siguió a la implantación de la LOGSE, los profesores íbamos viendo que, en la misma medida en que nosotros, con el paso de los cursos, íbamos ganando en oficio, fluidez y maestría, los alumnos que recibíamos habían ido perdiendo en modales, capacidad de atención, conocimientos básicos y respeto debido. Hablo en general, nadie en concreto tiene que darse por aludido.

En fin… Me había propuesto entrar en algunos detalles, pero ahora pienso que no son estos ni el lugar ni el momento.

Así que… seguiré con mi «vida retirada». Anoche, también en RNE -aunque no en Radio Uno sino en Radio Tres- algunos magníficos presentadores y musicólogos, de los muchos buenos que hay en Radio Nacional, ponían canciones en las que el tema era ese, la vida retirada. ¿Cómo no recordar enseguida la   Oda I de Fray Luis? ¿Cuántas veces la habré leído, cuántos años hará que me la sé de memoria? «Qué descansada vida / […] / que no le enturbia el pecho / de los soberbios grandes el estado»…

Al medio siglo justo de empezar a ser estudiante -estudiante de verdad- me he retirado del ejercicio de la profesión. ¿Y sabéis cuál es una de las actividades de las que más disfruto ahora? La de volver a ser estudiante. Estudiante libre, por supuesto; sin que nadie me imponga exámenes ni materias, ni necesidad de conseguir ningún título o diploma. Disfruto incluso cuando veo que mi memoria ya no es la que era ni mucho menos. Porque mi inteligencia, como la del abuelo de Ernestina -léanme Ernestina o el nacimiento del amor, de Stendhal- sigue funcionando en las dos o tres cosas que todavía me importan en la vida.