En las palabras evangélicas de Cristo se pueden leer mensajes que aperplejan por lo contradictorios que son entre sí. Así, frente al «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Juan, X, 10), Cristo dijo también: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.» (Mateo, XVI, 24).
¿Cómo puede tener vida abundante quien se niega a sí mismo? ¿Se trata de negar la vida terrena porque es despreciable para merecer después la vida abundante del cielo? Pero, si la vida terrena es despreciable, ¿cómo Dios, que ama tanto a sus hijos, les hizo entrega de un don tan despreciable? Y ¿cómo Jesucristo pagó la redención de la humanidad entera con la moneda de su vida terrena, una moneda tan vil?
Creo que las religiones avanzan por el buen camino cuando procuran ir adaptando su doctrina a los hombres de cada época. Porque la religión debe estar al servicio de los hombres, no los hombres al servicio de la religión. Lo dijo Cristo: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado». (Marcos, II, 27).
Por esto la inmensa mayoría de las gentes de Occidente, creyentes o no, se han congratulado con las actitudes modernizadoras, con el talante humano y sencillo, del Papa Francisco.
Las religiones forman parte de una etapa de la humanidad en la que predomina la explicación mágica del mundo; y serán necesarias hasta que dejen de serlo. Serán necesarias mientras la gente no tenga otra orientación para andar por una tierra que es un valle de lágrimas, mientras la gente necesite no sentirse perdida, «como ovejas que no tienen pastor» (Marcos, VI, 34).
Pero el hombre siempre ha tenido una gran facilidad para desprenderse de lo que no le hace falta. ¿Le hará siempre falta la guía y el consuelo de la religión? Yo lo dudo.
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Interesante reflexión ésta que escribes. Es cierto, es incomprensible, o al menos antitético, que quien derrocha amor a sus fieles,de los que también es creador, les dé la capacidad y el don de la vida a sabiendas que van a sufrir con ella. Pero ¿y si lo hizo precisamente para demostrarnos que estamos vivos? Si todo lo que viviéramos fuera dichoso y alegre, seguramente no lo disfrutaríamos y pasaríamos por alto más de un instante digno de ser recordado.
No hace mucho releí (aunque ahora parafraseado por la escritora Carmen Moreno) el poema de Gil de Biedma «Que la vida va en serio» y le encuentro mucha relación con esto. La religión constituye esa parte de nosotros que busca consuelo ante lo inconsolable en una vida que cada vez te da más palos y menos sonrisas. Y sí la vida va en serio…siempre, desde el minuto uno, y Cristo, Yavé o como queramos llamarlo, nos aporta esa pincelada de que, pese a todo, no todo es esto. Al fin y al cabo somos energía, y ésta ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma…y degenera, con lo que Dios y la religión nos hace ser conscientes de eso, pues, ya sea en el Paraíso o a la derecha en los Cielos, que cuando no nos lata el corazón…seguiremos vagando por el mundo.
Por tanto, Antonio discrepo con esa idea tuya de que la religión caerá ante los mismos hombres, más bien considero que mientras el hombre no sea capaz de ser eterno y, en consecuencia, acabar con su mayor temor (la muerte)…los dioses y sus religiones existirán para que no lo olvidemos.
Un saludo.
…Y disculpa si en mi digresión me fui por Úbeda.
Entrada llena de ideas ilustradoras. Poco sé de la Biblia, a pesar de leerla y haberla leído en bastantes ocasiones.
Existen muchas contradicciones, pero sea quizá por no haber comprendido los mensajes en su contexto (Tengo la opinión personal de que cualquier contradicción es en realidad una falta de comprensión). Todo ello presuponiendo siempre que la Biblia nos ha llegado bien traducida y sin adulterar.
«¿cómo Jesucristo pagó la redención de la humanidad entera con la moneda de su vida terrena, una moneda tan vil?» Realmente desconcertante.
Tampoco creo que alguien haya alcanzado a comprender cómo «usar» la biblia. Las palabras se toman «al pie de la letra», o en sentido metafórico según convenga. Puro subjetivismo.
Realmente, se desconoce quién la escribió. Podemos tener fe, pero ningún contemporáneo estuvo allí para dar testimonio de la autenticidad de sus autores, y es por ello que quizá no se ha comprendido el mensaje que la autoría original tenía intención de transmitir.
Es evidente que, de todas las especies, el hombre posee actualmente más inteligencia, y más de «alguna capacidad que impulsa a cambiar el entorno», cuya definición exacta no logro encontrar ahora mismo.
Pensamos en el mañana. ¡Para ningún otro animal existe el mañana de la misma forma que para el hombre!. El hombre «programa» su vida, hace planes de futuro a largo plazo, dando por supuesto que sobrevivirá. Considero que eso también es fe, religión, magia, mística o como se quiera llamar, ahora bien, siempre todo ello consecuencia de la imaginación.
La imaginación. A mi parecer, la imaginación es consecuencia de esa inteligencia que poseemos, es como «la otra cara de la inteligencia» (creo que todo posee algo malo y algo bueno; todo es dual, nada es unilateral), y ello lo creo porque ningún otro ser animado expresa sus emociones con tanta expresividad como los humanos.
En ésta tesitura, y con la imaginación como elemento que subyace, llego a creer que siempre existirá «el consuelo de la religión», llámese fe cristiana o planes de futuro, o cualquier otra cosa (una canción no deja de ser sonido, y tenemos la ciega fe de que nos hace sentir mejor, hasta tal punto que nos lo creemos y así ocurre).
No es mi intención contradecirle, de hecho, coincido con usted en el punto de que la religión tal y como la entendemos hoy en día desaparecerá, como bien dice, a medida que se obtengan respuestas.
Gracias por entradas como estas que tan bien sientan de leer y que además propician la reflexión. ¡Un saludo!
PD: mientras leía y pensaba, me ha venido al pensamiento la canción «Harto de ser hombre», de Los Suaves…
Interesante canción,aunque me quedo con Sidonie y su «Giraluna” del que dejo su inicio:
«Escuchadme girasoles, habla vuestro rey,
conocéis perfectamente nuestra antigua ley.
Por la noche hay que bajar la cabeza sin hablar…».