Mientras paso por delante de la entrada al supermercado, de este sale una señora llevando de la mano un niño como de cinco o seis años. Su otra mano acarrea un gran bolso repleto de provisiones. El niño farfulla algo en tono quejumbroso; y la señora, seguramente su madre, le contesta en tono seco, enfadado y tajante. Posiblemente el niño se lamente de que su madre no haya accedido a comprarle en el súper la golosina de sus amores; y la madre, ya cansada de oírlo, desea poner fin al tema.
Tienen el coche a pocos pasos, se detienen. Aun así, antes de rebasarlos, puedo ver, rebosando en su cesto, una bolsa con berenjenas. Y en ellas se centra mi pensamiento mientras sigo mi camino. Berenjenas, berengüenas, berembuenas. Pastel de berenjenas, qué delicia. ¿Recuerdo la receta, a pesar de que solo lo he preparado una vez hace algún tiempo? Compruebo que la recuerdo: podría volver a cocinarlo sin mirar mi cuaderno de recetas. La memoria me sigue funcionando, a veces por lo menos.
A renglón seguido, comienzo a sorprenderme de que haya sido una fórmula culinaria lo que me ha dado por repasar mentalmente. Y no, por ejemplo, el Soneto XIV de Garcilaso, del que solo recuerdo los primeros versos:
Como la tierna madre que el doliente
hijo con lágrimas le está pidiendo
alguna cosa de la cual comiendo…
Ya en casa, lo leo, lo releo una vez más. En el soneto, la madre accede a la petición del hijo, a pesar de que sabe que lo que le pide es nocivo para él. Accede para no verlo sufrir, porque el hijo tiene un cuelgue fortísimo con ‘la cosa’, está enganchado.
Lo que pasa es que la madre y el hijo del soneto no son reales, son solo un símil literario: «Como la madre»… Al llegar a los tercetos nos dirá Garcilaso cuál es la realidad de la que nos habla: «así mi enfermo y loco pensamiento»… El pensamiento del poeta solo quiere ocuparse en recordar a la amada cruel. Y el poeta se lo consiente, a pesar de que sabe que su piedad agravará la dolencia. Es un tema muy reiterado en la poesía del toledano, el «verme morir entre memorias tristes» del Soneto X.
Pero Garcilaso era un joven soldado. Moriría joven. Tenía derecho, antes de que el fatal día llegara, a mantenerse enganchado a sus recuerdos, por morbosos que fueran. La madre del súper, una madre real, no un símil poético, ha hecho bien al negar a su hijo la golosina perjudicial para la barriguita:
-No te la compro, que ya mismo es la hora del almuerzo.
-¿Qué vamos a comer?
-Una comida muy rica: pechuga de pollo a la plancha y algo parecido a las patatas fritas pero mucho más bueno, berenjenas fritas.
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Excelente idea eso de combinar alimentos, porque no solo de sonetos vive el hombre?.
Dieta variada: berenjenas, sonetos y otras aves.
Permíteme que obvie las berenjenas y me centre en Garcilaso y ese placer otorgado al amante que,aun sufriendo y a sabiendas de que su enfermedad se agravará, insiste en pensar en su amada que no le hace caso alguno. ¿Es el amor difícil y doloroso lo que hace al ser humano…humano?¿O simplemente queremos lo que no podemos tener?
Deshojar margaritas no ayuda a saber si el/la otro/-a nos echa de menos y nos desea…pero sí sale «SÍ»…flotamos y si sale «NO»…repetimos la tarea con otra margarita…porque la ESPERANZA es lo último que se escapó de Pandora y,aunque duro,anhelamos el AMOR
Me ha gustado mucho tu reflexión gastrosonetista.
«La esperanza es lo último que se pierde». Según Dante, se pierde al entrar en el infierno: «Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza». Lo que sí puede perder el ser humano, incluso varias veces a lo largo de su vida, es el objeto (persona, ideal, profesión, lugar) en el que ha depositado su esperanza. Y, aunque es piadoso concedernos un tiempo, a nosotros y a los demás, en esa situación de pérdida, para las lamentaciones, luego hay que proseguir, porque la vida sigue, e ir buscando otro objeto que nos haga sentir renacida la esperanza.
Es lo que yo pienso.
Supongo que parafraseando el primer comentario…» no sólo de sonetos y de desesperanzas vive el hombre».
Un saludo.