Mirar la oscuridad me reconforta
cuando encallo entre el sueño y la vigilia.
Mirar la oscuridad me reconcilia
conmigo y con el mundo que me importa.
Mi brújula, que al sol se me desnorta,
se aclara cuando, lúcida, la auxilia
la calma noche, objeto de su filia.
Noche, silencio, soledad absorta.
Y va pasando el tiempo, dulcemente.
El alma va bebiendo la armonía
de la noche serena. Luego siente,
cuando la aurora va a anunciar el día,
que el sueño se la lleva hasta la fuente
de la que mana el verbo y la poesía.
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