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¿Rutina?

Recientemente he visto citado varias veces el siguiente verso de Juan Bonilla: «Tarde o temprano a la rutina se le cae la t». ¿Casualidad? Sólo en parte. Resulta que Juan Bonilla ha vuelto a publicar su poesía reunida, ahora con el título de Hecho en falta. Yo me compré y leí, atentamente y con anotaciones en los márgenes, su antología de 2009, Defensa personal; y, al año siguiente, su nuevo libro de poemas, Cháchara. Después de este, yo no tengo noticia de que Bonilla haya publicado algún otro -de poemas-.

A mí Juan Bonilla me parece un poeta inspirado, pero no depurado: echo en falta, en algunos de sus poemas, un mejor acabado, una revisión más atenta. Otros, en cambio, me parecen sencillamente perfectos.

Pero yo no quería hablar hoy del poeta Juan Bonilla.

Tampoco quería hablar de su poema «Rutina», el que empieza con ese verso que citábamos.

Tampoco iba a hablar de la pareja de parónimos ‘rutina’ y ‘ruina’. Al segundo ya le dedicamos aquí una entrada, hace algún tiempo. Del primero no me resisto a comentar que los estomagantes pedagogos de estos tiempos lo emplean mal, como sinónimo de hábito, cuando en la definición del Diccionario tiene unas claras connotaciones peyorativas: «hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas».

¿De qué Diccionario hablamos? Pues del de la Real Academia, que ya no es tal; lo que ahora nos venden o nos regalan -acaba de salir la 23.ª edición- es un diccionario elaborado y avalado por la Asociación de Academias de la Lengua Española -hay veintidós, repartidas por el mundo-. Por eso algunos creen que hay que abandonar ya, de una vez, el acrónimo DRAEDiccionario de la Real Academia Española-, y decirle DILEDiccionario de la Lengua Española-. Yo, por mi parte, daría paso al acrónimo DALEDiccionario de las Academias de la Lengua Española-. Porque una cosa es quitar la R de Real -que sólo está en la Española- y otra cosa es quitar la A de Academias.

Pero yo tampoco me proponía hoy hablar del DALE ni de ninguna de las palabras contenidas en él; bueno, sí, quería hablar de una letra de nuestro idioma, la r, y de su variante el dígrafo -rr-, y de sus nombres. Quería hablar de esa pareja de fonemas o sonidos del idioma: el vibrante múltiple que suena en ruina, rutina y ceporro, y el vibrante simple que suena en lira, marino y pareja.

Pero se me ha acabado el tiempo. ¡Os habéis librado, queridos lectores!

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