- Si a un hombre de poca barba se le describe como barbilampiño, a otro de pocas palabras habría que describirlo como verbilampiño.
- La máscara más cara es la que te pone el cirujano plástico. Y, para mayor inri, aunque te canses de ella no te la puedes quitar; sólo puedes ponerte encima otra más cara.
- No encuentro acertado salir a la calle como sale ahora tanta gente: con auriculares. Ya la etimología de la palabra nos pone sobre aviso: auri-culares: orejas en el culo.
- Como fui, hace unas cuantas eternidades, seminarista, mi hija Hebe me asegura, admirónicamente, que podría haber llegado al Vaticano. Yo le responde que, efectivamente, hace tiempo que habría llegado a abate cano.
- Volvamos a la etimología, esa ciencia lingüística que, dicho verbilampiñamente, nos ayuda a entender el intríngulis, o el intrilingüis, de la realidad a la que apuntan las palabras. Por ejemplos:
-Mentecato es el que tiene la mente pillada por una tonteoría.
-Caricato es el que tiene la cara pillada por una máscara, aunque no necesariamente será la máscara más cara.
-Clericato es el que está pillado por el clero de una iglesia, y no sabe o no puede soltarse (no como don Quijote y Sancho, que dieron con la iglesia del Toboso pero luego continuaron su camino, mientras la iglesia siguió donde estaba).
-Suricato es el mentecato que logró escapar del clericato pero luego quedó pillado por el sur, donde el exceso de sol le ha puesto cara de ratón, y parece que lleva la máscara más cara, pero no, es su cara caricular, su cara de suricato.
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