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Millennium

Anoche terminé la lectura de Millennium, la gruesa trilogía del sueco Stieg Larson.

Quería, cuando la comencé, hace «unas semanas» («acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas críticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia»), quería, digo, enfrascarme en una lectura amena y con gancho. Y en seguida, en nuestra doméstica librería, vi destacarse estos tres volúmenes, soslayados por mí cuando se publicaron, hace un lustro, y tanta pasión lectora provocaron.

No se me había olvidado el artículo que Vargas Llosa les dedicó en su Piedra de toque del periódico EL PAÍS. Un artículo tan elogioso, tan de lector entregado sin condiciones. Así que esta mañana, en cuanto he podido, me he puesto a buscar el mentado artículo. No lo he encontrado donde creía que, con toda seguridad, estaría: en la larga columna o sección que el periódico dedica a las colaboraciones del autor. Pero me ha aparecido en un blog que en absoluto conocía, el blog de Juan Royo. Habrá que echarle un vistazo más detenido a este blog, aunque sólo sea como agradecimiento por facilitarnos la lectura, o relectura, del artículo de Vargas Llosa.

Y, una vez releída la entusiasta página del Nobel peruano, no queda sino decir amén, amén, amén, ¡qué bien lo dices, don Mario!

Lo malo que tienen las lecturas que nos enganchan mucho es que nos incitan a postergar tareas menos gratas. Aparte de que, como lectores contumaces, corremos el riesgo del descabalamiento mental que los excesos de lectura pueden provocar: «del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro», nos dice el narrador en el primer capítulo de Don Quijote.

No sé si de Millennium se ha hecho una película, o varias, o una teleserie. Me da igual. Yo me quedo con el original, el de Stieg Larson. Con estos tres volúmenes del patrimonio familiar que ya están marcados con las huellas de mi lectura, con los subrayados y señales de mi lápiz bicolor.

Vargas Llosa, nos lo dice en su artículo, tiene 73 años cuando lee Millennium. Yo ahora tengo 63. Y, aunque a veces pienso que ya debería olvidarme de libros nuevos y dedicarme a la relectura de las veinte o treinta obras que más me han enriquecido y formado, hoy me siento más rico y feliz que hace unas semanas, cuando aún no había comenzado mi lectura de Millennium.