Del primer curso en que ocupé una plaza de profe de instituto, recuerdo que una alumna -siempre ellas las más listas- me hizo la observación de que yo tendía a subir las notas más bajas y a bajar las más altas. Lo cual, comprobé, era totalmente verdadero. No recuerdo si lo reconocí ante ella, o si sólo fui aceptando, poco a poco, la razón con que aquella alumna se había expresado.
Fui, creo ahora, aprendiendo a evaluar; a colocar ceros, dieces o cincos sin que el pulso me temblara: cuique suum. Hartándome de corregir previamente, eso sí; pues, de lo contrario, la primera mala nota, el primer suspensísimo, habría tenido que ser para mí.
La sociedad, directamente -a través de la opinión publica- o indirectamente -a través de las instituciones estatales- anda siempre evaluando, repartiendo notas del cero al diez; y, por tanto, afrontando -además de las buenas acciones habituales- fechorías.
Y, con frecuencia, afrontándolas mal.
Unas veces concentra la culpa en un solo individuo, aunque sean reos de la misma un montón. Y a posteriori, cuando ese mal juicio no tiene remedio, damos el nombre que de verdad corresponde al condenado: cabeza de turco, chivo expiatorio, pagano del pato.
Otras veces la culpa del delito, cometido por uno o por unos pocos, se diluye entre toda la sociedad: todos somos culpables, entonemos el mea culpa. Mientras los verdaderos culpables se toman un gin-tonic.
Ni lo uno ni lo otro es lo correcto. Que pague el que debe, sea uno o sean ciento. A cada uno según su delito; o según su mérito. De cero a diez.
Filed under: Apuntes |
Se ha afirmado siempre que «habría que ser viejo antes que joven». La pregunta entonces sería ¿haríamos entonces la mitad de las cosas que hemos hecho?. La experiencia, la consciencia y la prudencia nos desaconsejaría muchas acciones que en su día emprendimos y que con la distancia de los años tampoco, normalmente, vemos como tan graves, porque al menos nos sirvieron para aprender.
Saludos,
Yo quería referirme especialmente a las malas acciones -u omisiones- que tienen una repercusión social; o que la tendrían de ser conocidas. Tú incides más sobre esas pequeñas faltas que todos vamos acumulando a lo largo de la vida, y cuyo recuerdo, si tenemos una conciencia estricta, nos mortifica. Está bien tener una conciencia estricta: así nos será más difícil cometer faltas graves.
Saludo cordial.