Expresiones con las que alguien declaraba encontrarse en satisfactoria coyuntura. Estamos en el que era mi pueblo hace cincuenta años.
- Como un marrano en un charco. Creo que la comparación no necesita aclaración ni comentario.
- Como un choto con dos maes. Traducido: como un cabritillo con dos madres. A veces ocurría: una cabra perdía a su cría y no negaba su ubre a la de su vecina, que así era doblemente mamante y doblemente feliz.
- A tahá zacuía. En español: a tajada sacudida. Cuando comer era llenar (u ocupar sin llenar) la panzorra con lo que hubiera, o sea con forrajes de mala calidad; o, si se comía carne, alcanzar sólo unas hebras dispersas en salsaguate; entonces, tener la fortuna de comer carne sin estorbos de salsa, eso era comer de verdad.
- Le amarga el azúcar. Castellano perfecto. Comprábamos el azúcar por cuartos de kilo, envueltos en papel de estraza, en la tienda de la Quinita o en la de la Pirula. Se la echábamos al café (cualquier líquido oscuro y medio caliente se llamaba café); y casi contábamos los microgramos o microgranos. ¡Cómo tenías que estar de sobrado para que te amargara el azúcar!
Ahora la gente utiliza otras expresiones, que demuestran que, con la comida buena y abundante, se han desarrollado muchísimo la inteligencia, el ingenio y la gracia:
- Más a gusto que un arbusto. ¡Qué hallazgo el de la rima consonante, que rotundidad! Insuperable.
- Más feliz que una perdiz. Su evocación -paradójica- del final de los cuentos populares infantiles resulta gloriosa. O más. Esta la utilizaba ayer en su artículo ( en El País) mi admirada y querida Elvira Lindo.
Querida Elvira: no te pases de llana; que, entre la llaneza cervantina y la de muchos modernos de encefalograma llano, hay un abismo.
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