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Perdón

Ando releyendo la historia del megadepredador, Homo Sapiens. Quiero decir el libro de Harari, De animales a dioses. Hace apenas un mes que terminé la primera lectura: aun así lo que más me apetece es volver a leerlo, frente a otras ofertas que se van presentando en mi mesa de ocioso curioso.

Hace algunos días comencé una lectura de tema más restringido, la historia de España; y a las pocas páginas comencé a sentir claustrofobia. Vuelvo a Harari, me dije, a una historia más grande, a una visión más amplia y a una diversión asegurada. Y en ello estoy. Así que ahora no sé por qué, en lugar de retomar el libro, me entretengo escribiendo estas líneas. Creo que se debe a que me he acordado de un poema de Miguel d’Ors, de su libro Átomos y galaxias. El poema se titula «Perdón», y en él d’Ors evoca y lamenta un lejano día de su infancia en el que, seguramente con una escopeta de aire comprimido como la que usaba yo (unas veces con permiso; y otras, sin permiso), mató una oropéndola. Así que este asesino, que carga en su conciencia unos cuantos crímenes del mismo estilo, otra vez los ha recordado.

¿Cómo un niño del siglo XX podía ser así de despiadado con los hermosos animalillos que vivificaban y embellecían los campos? Eran los genes del megadepredador: no habrá piedad para los débiles, cazar o ser cazado.

Y, ahora sí, vuelvo a mi lectura.