En mi primera visita a este traumatólogo, me sentí bien atendido; pero no en la segunda, veintitrés días después. Ni me volvió a mirar el pie ni miró el DVD de la resonancia que él había mandado hacerme. Y su prisa no se debió a que anduviera abrumado de pacientes. Él empezaba su consulta a las diez (y llegó con algo de antelación), yo tenía cita a las 10:15 y estaba en la puerta desde antes de las diez. El doctor se asomó al pasillo, llamó a un ausente que debía de ser el primero de su lista, y en seguida me nombró a mí, que, cinco minutos más tarde, a las 10:05, estaba en la calle.
Se limitó a leer el informe (15 líneas) que acompañaba al DVD y a resumírmelo con una palabra: inflamación. Copio los tres párrafos que el doctor resumió con tal palabra:
Edema óseo en la cabeza del segundo metatarsiana [sic] (con ligero aplanamiento de la misma) y en la falange proximal del mismo dedo, con edema de partes blandas circundantes a la segunda articulación metatarso-falángica y ligero derrame articular a dicho nivel, hallazgos por imagen en el estudio actual que podrían encuadrarse en enfermedad de Freiberg incipiente, a correlacionar con antecedentes y radiología convencional.
Edema y reticulación difusa de la grasa subcutánea plantar. Ligera bursitis intermetatarsiana en el segundo espacio interMTT.
Cambios degenerativos osteoartrósicos en la articulación metatarso-falángica del primer dedo, con pinzamiento y derrame articular y osteofitosis marginal.
Hasta aquí la parte negativa. Ahora, la positiva. Las plantillas que el doctor me recetó en la primera visita, están produciendo en la zona dañada una mejora que me parece milagrosa. Así que hoy mismo, sin un día más de demora, con mis milagrosas plantillas en mis zapatillas de ciclista -el pie me dolía especialmente al pedalear y tuve que abandonar la bici-, retomo la burra y me voy a probarme. A probarnos, que ella también tiene ya muchos años, y de vez en cuando tengo que llevarla a su traumatólogo.
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