No soy de «los que pienso» ni soy de «los que piensa». Y ello es así por una actitud de respeto. ¿Respeto a qué o a quién? A la gramática de la lengua española.
Ya sé que corren malos tiempos para las sutilezas lingüísticas, y que ponerse a diferenciar un que como pronombre relativo de otros ques de nuestra nutrida queología, es ocupación de desocupados; o de profesores universitarios que pueden dedicar parte de su tiempo al ocio filológico.
Ya sé también que los cambios lingüísticos se aceleran en tiempos de ignorancia, o sea, de poco estudio, de poca atención respetuosa a quienes sí la merecen.
Ya sé, finalmente, que lo que hoy nos parece una incorrección, mañana a otros les puede parecer totalmente normal, es decir, atenido a la norma.
No obstante, insisto: soy de los que piensan, no de los que pienso ni de los que piensa.
Y lo digo ahora porque hoy, domingo, en dos interesantes y recomendables páginas periodísticas, aparecen sendas frases portadoras de la misma aberración gramatical (tan reiterada ya, que no va a haber más remedio que darla por buena):
No sé por qué pero imagino que es de esos que come cuscús.
Emilia Landaluce, RAÜL ROMEVA. El político que traicionó a su amigo para ser icono soberanista. EL MUNDO.
La escritora confesaba minutos antes de la cita, que tuvo lugar en el Palacio de Quintanar, que es de esas que necesita una estricta organización de trabajo para elaborar sus obras.
Patricia Peiro, María Dueñas: «Me interesan los entornos y los personajes en movimiento». EL PAÍS.
¿Y esto es importante? Sí. Hay que ser honrado también con la calderilla. De lo contrario, puede que, si se nos presenta la oportunidad de no serlo con los billetes de quinientos euros, nos permitamos no serlo.
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