Entre tener alguna sensibilidad artística y ser un artista hay una diferencia abismal. Sensibilidad, incluso habilidad, artística cualquiera la tiene: en la danza, en la literatura, en el dibujo.
Ser un artista consiste en afrontar esa propia disposición para el arte que se siente que se tiene y hacer de ella el norte y el objeto ineludible de la vida. Y todo lo demás, amigos, amores, familia, va quedando orillado en el camino hacia ese objetivo: la obra merecedora de permanecer incólume ante los derrumbes que produce el tiempo.
Creo que pocos artistas eligen ese duro camino premeditadamente. No sé si todos lo eligen voluntariamente. El azar juega un papel importante en la vida de cualquiera, también en la de un artista.
Los que, sin ser artistas, estamos provistos de sensibilidad artística, de afición, que somos casi todos los demás, también cumplimos una función fundamental para que exista y se desarrolle el arte. ¡Qué es un novelista sin lectores, un actor sin espectadores!
Dicho lo cual, opinaremos que el arte en la vida social no es sino la guinda en el pastel, el lazo en la cinta que sujeta el envoltorio, el pendiente en la oreja.
Si no sabemos apreciar, admirar, sentir la labor del empleado de la limpieza pública, del jardinero, del camarero, del albañil, del dependiente, del mecánico, del conductor, del ingeniero… es imposible que tengamos sensibilidad para disfrutar de un concierto dirigido, pongamos por caso, por Pablo Heras Casado.
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Buena reflexión. Me ha venido una frase que dijo Risto Mejide una vez: «el arte es un medio de comunicación».
Personalmente, siempre he pensado que los artistas que dejan todo a un lado por el arte, están «intentando ser algo que realmente no son». Que no se me malinterprete, me refiero a que existen personas que cantan muy bien, y manejan muy bien su voz, de forma instintiva y sin haber estudiado. Lo hacen de forma natural. O pintar, o lo que sea. Y pueden realizarlo hasta en considerables estados de borrachera…
Y están los otros, los «poetas atormentados», que se pasan la vida buscando, algunos incluso encuentran, pero es todo a cambio de un gran esfuerzo. No les resto mérito a éstos, simplemente comento esta diferencia que me resulta tan curiosa.
Odio a quienes comentan muestras de arte, sea cual sea el formato. Es como quien habla del partido de ayer, es como hablar de si aquel restaurante estaba bien o no. Hablar del arte es ensuciarlo. Y menos soporto aún a quienes dicen qué es arte y qué no lo es. No se enteran de que toda la pintura no cabe en un cuadro. No saben qué es la sensibilidad. No soporto tampoco a los que alaban. No soporto los concursos de arte, el mejor, ¿cuadro?
Creerse superior a otro empleando los gustos artísticos como peldaño es para mí una forma de racismo. No soporto a quien difunde su arte de forma desmesurada; debe ser tu público quien te busque, artista. Odio a los artistas que son capaces de decir/explicar demasiado acerca de su «arte».
A mí me gusta Rory Gallagher, y no me gusta nada Mozart, simplemente no me gusta y no se decir por qué. Me encanta Pink Floyd. El último disco de Pink Floyd no me gustó nada, simplemente no me gustó. De ahí a decir «obra maestra» o «fracaso absoluto» hay una gran diferencia, y es que las mismas palabras que elevan son las que hacen caer…
Si alguien no es capaz de entender esto, ¿cómo va a ser capaz de entender un cuadro de Picasso, por ejemplo? ¿Dónde está la sensibilidad?
Un saludo y gracias por compartir su Arte.
Me alegro de haber dado pie a tan sabio comentario.
Sin su texto no hubiera sido posible.
Un saludo.