Me es tan valiosa la palabra
que estoy a punto de quedarme mudo.
Voy a hablar, pero me paro, dudo
y algo me impide que la boca abra.
Mi razón su discurso labra y labra,
mas siempre síguele sonando rudo.
Cesa, razón, que ya a la magia acudo:
¡Que se abra mi voz: Abracadabra!
Y sale una canción. Que no la entiende
nadie; y ni siquiera yo la entiendo.
Uso el tacto, el gesto, la mirada.
La palabra es tesoro que defiende
un ángel que su espada está blandiendo.
Así que mudo soy. No digo nada.
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