Después del desayuno, mientras me lavo los dientes, intento leer, en el espejo, la amplia cartelera que me aparece en el pijama. Lo consigo con esfuerzo, pues las líneas de lectura se ven invertidas.
Y me digo que esta frontal de la camiseta pijamera podría ser un buen sitio para colocar, no un mensaje tontipavo como el que yo me acabo de leer, sino una exhortación sentenciosa, una arenga impactante, un elogio convincente; pero escrito al revés, como el rótulo en la visera de las ambulancias, para que lo lea bien el interesado mientras se frota los caninos e intenta encontrar el gesto más adecuado para surcar la jornada que comienza, la fuerza suficiente para afrontar el día con entereza.
Escrito al revés, insisto, para que quien lleva la prenda puesta lo pueda leer con comodidad; como una especie de máxima síntesis de ese libro de autoayuda que todos andamos necesitando casi siempre.
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