Cuarenta años publicando -previamente escribiendo, cómo no- sus novelas. Eduardo Mendoza. Publicó la primera en 1975, La verdad sobre el caso Savolta. Y ha publicado la -por ahora- última en este 2015 que ya se está acabando, El secreto de la modelo extraviada.
De todas estas novelas, cinco (El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas, La aventura del tocador de señoras, El enredo de la bolsa y la vida, El secreto de la modelo extraviada) tienen por narrador y protagonista a un curioso personaje «ignómine»: nunca aparece su nombre. Teniendo él tan claro parentesco con el pícaro Lázaro, adopta en esto la actitud contraria. Recordemos cómo comienza La vida de Lazarillo de Tormes: Pues sepa V. M. ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca.
Con nombre o sin nombre, los dos son el mismo don nadie (dos de tantos don nadie) al que la vida machaca sin tregua; y sin conseguir acabar con sus ganas de seguir adelante, de sobrevivir, de vivir, por muy precarias y penosas que sean sus circunstancias.
Mendoza es un purista del idioma. Y lo mismo lo es este personaje suyo, sin duda tan querido para él; y para sus lectores. Un curioso y divertido contraste: la pulcritud y precisión expresivas de este pobre y zarrapastroso personaje.
Son novelas sin duda juveniles éstas: porque pueden ser muy educativas para los jóvenes y porque los mayores volvemos a sentirnos jóvenes leyéndolas, y con la risa juvenil aflorándonos a la cara sin contención.
Aunque sólo hubiera escrito estas cinco novelas del amigo ignómine, Mendoza ya merecería nuestro perpetuo agradecimiento. Pero su obra es mucho más amplia y más honda. Que cada uno vea a qué parte de ella le mete mano.
Filed under: Comentarios |
Deja una respuesta