A los sucesivos Gobiernos de la Nación no les importa animar a los ciudadanos a que se conviertan en ludópatas, con tal de aumentar la recaudación.
Pero los ciudadanos debemos ser cautos y procurar no poner mucha pasión en los juegos de azar, donde parece haber dinero fácil. Pues en ellos la ruina es más fácil. Una vez al año, seguro que no hace daño. Incluso nos puede ayudar, a los que somos más escépticos, a creer en la suerte. Porque la suerte existe, como constatamos cada veintidós de diciembre.
Los juegos, no sólo los de azar, son buenos y necesarios en la niñez y en la mocedad. Una vez que, como el poeta Gil de Biedma, nos percatamos de que la vida va en serio, lo que tenemos que hacer es ponernos a trabajar, incluso cuando no hay trabajo.
Porque lo mejor que nos puede pasar, en relación con la suerte, es que no nos haga falta ningún golpe de ella. Que nos conformemos con que no nos llegue un golpe de desgracia. Que también la negra suerte anda por todas partes, jugando a la ruleta con nosotros.
Un servidor, en cuanto a lo personal, se conforma con que las dos, la buena y la mala suerte, pasen de largo; con que me dejen como estoy.
En cuanto a la nación española, más que la buena suerte, le deseo que los políticos se pongan a trabajar (a «parlamentar», como dice mi amigo J. S.) y consigan traernos un gobierno de gran coalición.
Y en cuanto a la humanidad entera, que la suerte le ayude a ‘sortear’ los grandes peligros, que la buena suerte la libre de la mala suerte; y que todos trabajemos para conseguir lo demás.
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